En el comercio, las pastas alimenticias se ofrecen generalmente en bolsas de celofán, siempre en embalajes transparentes. El papel de celofán amarillo no puede emplearse más que para las pastas que lleven huevo en su masa.
Los envases más frecuentes son los de 250 gramos para las pastas de sopas, y hasta de 1 kilogramo para tallarines, espaguetis y macarrones. En los envases deben figurar los datos exigidos por la ley respecto a la marca comercial, peso, composición, etc.
Según el proceso de fabricación, las pastas se clasifican en el mercado en hechas a mano o a máquina; por la forma, en pastas largas (macarrones, espaguetis, fideos...) y cortas (canelones, raviolis...). Además de esto, en el comercio se distinguen diversas calidades, según el trigo del que las pastas procedan: extra, de primera, de segunda, etc. En algunos casos, pueden hallarse pastas artesanales, que a veces se presentan frescas y tienen una conservación de pocos días.