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LA FRESCURA
Hay varios sistemas para conocer con cierta seguridad la frescura de los huevos. Entre los más conocidos cabe destacar el método de flotación y el de seccionado.
Observando los huevos mediante el ovoscopio se pueden apreciar: el tamaño de la cámara de aire, la situación de la yema y la presencia o ausencia de cuerpos extraños en el interior del mismo. El tamaño de la cámara de aire es significativo a la hora de valorar el grado de conservación de un huevo: cuanto mayor es su cámara, menos fresco es.
El ovoscopio es un tubo dispuesto de tal forma que permite colocar un huevo entre una fuente luminosa y el ojo del observador, de manera que los rayos de luz incidan directamente en aquel.
Uno de los métodos más populares para determinar la frescura de los huevos consiste en el empleo de un recipiente con agua salada (en una proporción del 10 por ciento), dónde se introducen aquellos que se pretenden examinar. Debido a la pérdida de peso, los huevos viejos flotan, mientras que los frescos se hunden, y los que tienen una semana aproximadamente se quedan en una zona intermedia.
Abriendo un huevo, también puede diferenciarse el recién puesto del que lleva cierto tiempo conservado. La clara tiende a extenderse en caso de que el huevo sea viejo; y la yema, en lugar de tener una forma semiesférica, es más bien plana.
Otra forma de apreciar la frescura de los huevos es observar los que hayan sido cocidos. Si se seccionan siguiendo el eje mayor del huevo y también por el plano medio, se observará que los huevos frescos presentan la yema en posición central, desplazándose ésta hacia la periferia al envejecer.
Otra forma sencilla de conocer el tiempo que ha transcurrido desde la puesta hasta el momento de consumirlos, es hervir los huevos. Si la clara presenta un aspecto lechoso es que ha sido puesto en el mismo día. Es necesario que hayan transcurrido siete días o más para que la clara hervida tome una consistencia sólida.
Observando los huevos mediante el ovoscopio se pueden apreciar: el tamaño de la cámara de aire, la situación de la yema y la presencia o ausencia de cuerpos extraños en el interior del mismo. El tamaño de la cámara de aire es significativo a la hora de valorar el grado de conservación de un huevo: cuanto mayor es su cámara, menos fresco es.
El ovoscopio es un tubo dispuesto de tal forma que permite colocar un huevo entre una fuente luminosa y el ojo del observador, de manera que los rayos de luz incidan directamente en aquel.
Métodos caseros
Uno de los métodos más populares para determinar la frescura de los huevos consiste en el empleo de un recipiente con agua salada (en una proporción del 10 por ciento), dónde se introducen aquellos que se pretenden examinar. Debido a la pérdida de peso, los huevos viejos flotan, mientras que los frescos se hunden, y los que tienen una semana aproximadamente se quedan en una zona intermedia.
Abriendo un huevo, también puede diferenciarse el recién puesto del que lleva cierto tiempo conservado. La clara tiende a extenderse en caso de que el huevo sea viejo; y la yema, en lugar de tener una forma semiesférica, es más bien plana.
Otra forma de apreciar la frescura de los huevos es observar los que hayan sido cocidos. Si se seccionan siguiendo el eje mayor del huevo y también por el plano medio, se observará que los huevos frescos presentan la yema en posición central, desplazándose ésta hacia la periferia al envejecer.
Otra forma sencilla de conocer el tiempo que ha transcurrido desde la puesta hasta el momento de consumirlos, es hervir los huevos. Si la clara presenta un aspecto lechoso es que ha sido puesto en el mismo día. Es necesario que hayan transcurrido siete días o más para que la clara hervida tome una consistencia sólida.